lunes, 31 de diciembre de 2018

Sukkwan Island, de David Vann

Sukkwan Island

Título original: Sukkwan Island
Autor: David Vann
Traducción: Daniel Gascón
Editorial: Ediciones Alfabia
Año: 2008



Una isla salvaje en el sur de Alaska, a la que solamente puede accederse en barco o hidroavión, repleta de frondosos bosques húmedos y montañas escarpadas. Este es el inhóspito decorado que Jim ha elegido para fortalecer las relaciones con su hijo Roy, a quien apenas conoce. Doce meses por delante, viviendo en una cabaña apartada de todo y de todos, colaborando hombro con hombro: parece una buena oportunidad para estrechar lazos y recuperar el tiempo perdido. Pero la situación, poco a poco, deviene claustrofóbica, asfixiante, insostenible.

«Por la noche, tarde, su padre volvió a llorar. Hablaba consigo mismo en pequeños susurros que sonaban como gemidos mientras lloraba y Roy no podía entender lo que decía su padre o descifrar cual era el dolor de su padre ni de donde provenía. Las cosas que su padre se decía a si mismo solo lo hacían llorar más, como si se obligara a hacerlo. Se quedaba callado y luego se decía algo mas y volvía a gemir y sollozar. Roy no quería oírlo. Lo asustaba y lo incapacitaba y no tenía forma de reconocerlo, ni ahora ni durante el día.

No pudo pegar ojo hasta que su padre terminó y se quedó dormido. Por la mañana, Roy recordaba el llanto, y le parecía que eso era exactamente lo que no debía hacer. En virtud de un acuerdo del que nunca había sido testigo, se suponía que debía oírlo por la noche y después durante el día no solo olvidarlo sino, de algún modo, hacer como si no hubiera existido. Empezó a tener miedo de las noches, aunque solo habían pasado dos. Por la mañana su padre estaba alegre otra vez y preparó huevos, cebolla, patatas y bacon. Roy fingió que tenía más sueño que él y que le costaba despertarse porque quería pensar y todavía no estaba listo para unirse a la alegría y el olvido».


David Vann nació en la isla Adak, Alaska, y en la actualidad vive en California y da clases en la Universidad de San Francisco. Autor de las exitosas memorias A mile down: The true story of a disastrous career at the sea, con Sukkwan Island, su primera novela, Vann ha dejado boquiabierto a todo el mundo y se ha situado en la primera línea de los escritores de su país, siendo comparado con autores de la talla de Cormac McCarthy o Hemingway.

Sukkwan Island no ha parado de recibir premios desde su publicación, y tanto la crítica como los lectores han caído rendidos a sus evidentes encantos. En Francia, sin ir más lejos, esta obra ha sido todo un fenómeno y estuvo más de un año entre los libros más vendidos.

«Portentosa… La prosa de David Vann comparte la fibra y el nervio de Cormac McCarthy y Hemingway, pero con una agilidad y flexibilidad propias» The Times.

«Una obra de implacable y desgarradora brillantez que aguanta las comparaciones con La Carretera de Cormac McCarthy» The Weekend Australiand Magazine.

«El oscuro y extraño libro de David Vann gira alrededor de las fuerzas de la naturaleza y las emociones comprimidas para desembocar en una extraordinaria y onírica conclusión. Uno de los debuts más apasionantes que he leído jamás» Philip Hoare, autor de Leviathan or The Whale.

«Una nueva y poderosa voz ha aparecido en la ficción» Sunday Times

«Tan dura y primigenia como los bosques de Alaska en los que sitúa» Men's Journal

«Solo por sus imágenes y sus frases, este libro ya sería un tesoro» Colm Tóibín

«La prosa de Vann es tan pura como un trago de agua en un arroyo de Alaska» Financial Times


Se cumple justo una década de la públicación de Sukkwan Island, la primera novela de ficción de su autor, el estadounidense David Vann, cuya edición original en el volumen Legend of a suicide se complementaba con una colección de relatos que todavía permanecen inéditos en español. Sukkwan Island es una historia claustrofóbica y opresiva sobre un padre trastornado y su hijo adolescente que se disponen a pasar un año en la solitaria isla que da título al libro. Vann funde en la narración trozos de su propia vida y de la de su padre, que se suicidó cuando él tenía quince años, y consigue mantener siempre el ritmo y la tensión.

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