![]() | El Crimen De Miranda Título Original: The murder of Miranda Autor: Margaret Millar Editorial: Ediciones B / Cosecha Roja Traducción: Nora Rodríguez Año: 1979 |
El panorama narrativo internacional se va escindiendo en dos extremos acaso demasiado diferenciados y, por lo tanto, estancos: hay novelas de trama y novelas costumbristas. Cada autor, según su intención, voluntad y capacidad, parece escoger entre la narración lineal -producto de una sucesión de hechos- o la mera acumulación, asentada en lo cotidiano, de sucesos inconexos cuya función consiste en acolchar e iluminar un resultado final. Margaret Millar incide con El crimen de Miranda en una tercera vía, donde las cosas ocurren aparentemente por azar, donde los acontecimientos parecen meramente descriptivos pero donde el final arroja claridad sobre todo lo anterior y le un sentido y continuidad.
Se agradece, por otra parte, la sencillez aparente de esta maquinaria suiza. El texto es sobrio y rehuye cualquier desliz, cualquier concesión. Leemos con la misma rapidez con que podemos escuchar las historias de nuestra vecina. Margaret, doña Margaret Millar, sabe engañarnos. Ojalá fuera nuestra vecina.
Esta canadiense de Kitchener, Ontario, tiene en su biografía un logro destacable: se casó a los veintitrés años con un tal Keneth Millar que luego sería escritor y firmaría nada menos que como Ross MacDonald; pero ella, que había empezado a cultivar la novela criminal antes que él, se ha abierto un hueco en la historia con su propio nombre.
En 1941, a los veintiséis años, publicó The invisible worm, protagonizada, al igual que las dos siguientes -The weak eyed-bat y The devil loves me-, por Paul Byre, un psiquiatra harto curioso. Sustituyó a éste el inspector Sanda: Walls of eyes (Muros de ojos) y The iron gates (Las puertas de hierro).
Otras muchas novelas fueron saliendo de su pluma. Podríamos destacar Do evil in return, Beast in view (La bestia se acerca), Ask for me tomorrow y The murder of Miranda.
Se agradece, por otra parte, la sencillez aparente de esta maquinaria suiza. El texto es sobrio y rehuye cualquier desliz, cualquier concesión. Leemos con la misma rapidez con que podemos escuchar las historias de nuestra vecina. Margaret, doña Margaret Millar, sabe engañarnos. Ojalá fuera nuestra vecina.
Esta canadiense de Kitchener, Ontario, tiene en su biografía un logro destacable: se casó a los veintitrés años con un tal Keneth Millar que luego sería escritor y firmaría nada menos que como Ross MacDonald; pero ella, que había empezado a cultivar la novela criminal antes que él, se ha abierto un hueco en la historia con su propio nombre.
En 1941, a los veintiséis años, publicó The invisible worm, protagonizada, al igual que las dos siguientes -The weak eyed-bat y The devil loves me-, por Paul Byre, un psiquiatra harto curioso. Sustituyó a éste el inspector Sanda: Walls of eyes (Muros de ojos) y The iron gates (Las puertas de hierro).
Otras muchas novelas fueron saliendo de su pluma. Podríamos destacar Do evil in return, Beast in view (La bestia se acerca), Ask for me tomorrow y The murder of Miranda.
Margaret Millar escribió El crimen de Miranda a sus casi 65 años. Después de esta obra sólo publicaría tres más antes de su muerte, por lo que la novela bien puede ser considerada un trabajo de madurez. La trama presta más atención a la indagación psicológica en la variada galería de personajes protagonistas que al propio hecho criminal. De hecho, resultaría más que discutible encuadrar el libro dentro de la serie negra. Bien narrado, con el ritmo adecuado a sus intenciones y un desenlace bastante apropiado, El crimen de Miranda resulta un agradable entretenimiento que tampoco pretende ir mucho más allá.
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