lunes, 9 de abril de 2018

Cosas Que Los Nietos Deberían Saber, de Mark Oliver Everett

Cosas Que Los Nietos Deberían Saber

Título original: Things the grandchildren should know
Autor: Mark Oliver Everett
Traducción: Pablo Álvarez Ellacuria
Editorial: Blackie Books
Año: 2008

E, líder de Eels, abre su corazón en el libro de memorias más leído de la década.


Mark Oliver Everett, el llamado ‘Kurt Vonnegut’ del rock, líder y cerebro de Eels, banda que Bush II intentó prohibir por nociva –cosa que honra al menos a la banda- es hijo del físico cuántico Hugh Everett, que se perdió en su propia y notable interpretación de los universos múltiples hasta que E, como también se conoce al autor de este libro, encontró su cadáver. Así empezaba un ciclo de desgracias que culmina en una rara y preciosa autobiografía musical. Y es que la desgracia siempre dio mejores historias, y mejores canciones, sobre todo si son de Everett.

Un libro tan único como el género de la «dysfunctional-americana» que, según alguna enciclopedia y como se explica en el prólogo de este libro, empieza y termina con eso que la cambiante formación de eels ha hecho a lo largo de tantos y tan importantes discos. Y precioso, precioso porque es verdad y porque conmoverá incluso al despistado que no sepa quién es este hombre. Y otro tanto hará por la infortunada que no haya escuchado jamás un disco de la banda pero que, felizmente, aún está a tiempo.

Vista por encima, la historia se parece un poco a muchas: chico introvertido y maldito coge el virus de la música, se muda a Los Ángeles y, a fuerza de tenacidad y fortuna, consigue su primer contrato discográfico. Pero que al mismo tiempo no consigue escapar de esa desdicha que, como escribió un novelista famoso, salva a algunas familias de ser iguales a todas.Aquí, sin embargo, hay humor (un humor único, una “triunfante sonrisa vencida”, en palabras de Fresán), aunque a la muerte del padre seguirán la de la madre, el mánager de la banda y la tía azafata que iba en uno de los aviones secuestrados el 11-S, además de la hermana adorada y perturbada que se suicida para acabar con la estirpe. O casi, porque E no nació hasta 1963 pero este libro podrían leerlo sus nietos. Los que no ha tenido, aunque no sería del todo imposible que los tuviera, porque sigue vivo. Sigue vivo, y precisamente de eso va este libro.

Mark Oliver Everett. Virginia, Estados Unidos, 1963.
Mark Oliver Everett no mostró talento alguno para la física de pequeño, a la que se dedicaba su padre, el doctor Hugh Everett III, «uno de los científicos estadounidenses más importantes del siglo XX» (según la revista Scientific American), que de joven se carteaba con Einstein y cuya interpretación de los universos múltiples dio pie a incontables libros de ciencia ficción, películas y episodios de Star Trek.

La poesía, en cambio, le vino de su madre, que escribía y en paz descanse, como descansa toda la familia cercana de Everett, motivo por el cual éste no sabe qué poner cuando le preguntan a quién contactar en caso de emergencia. Aunque, todo sea dicho, al menos siempre hay una buena mujer a su lado, o al menos una mujer medio loca a pesar de que, como él mismo dice, Everett sea tan feo. Por eso la poesía también le viene, seguro, de la historia de la familia toda y de la vida que le ha tocado vivir.

Sea como sea, a Everett siempre le interesaron más bien los discos que escuchaba su hermana (como cada tarde, durante un año, el After the Gold Rush de Neil Young), y aunque nunca soñó con llegar a tocar el mismo piano vertical con el que Young grabó ese disco (como un día iba a ocurrir), su vocación musical no sólo fue temprana, sino que consiguió superar una inseguridad proverbial.

A los diez años tenía por favorito el primer disco en solitario de Lennon, como cabe esperar de un crío disfuncional aunque también resuelto: a los seis ya se había comprado su primera batería de juguete en un mercadillo. En la adolescencia, después de haber compuesto unas cuantas canciones en el piano de casa, se hizo con una guitarra que acumulaba polvo en el armario (el de su hermana). Naturalmente a los 20 estaba obsesionado con grabar canciones en un cuatro pistas (también de segunda mano), y a los 24 iba a largarse a la gran ciudad a hacer lo único que estaba convencido de querer y poder hacer. Aunque luego resultara que lo que uno deja atrás siempre lo persigue y también que, gracias a eso (a la desdicha que, como escribió un novelista famoso, salva a algunas familias de ser iguales a todas) y desde luego al genio incontestable, Everett pudo escribir, además, su autobiografía Cosas que los nietos deberían saber. Y los que vendrán, esperamos.

Porque Everett parece escribir un poco sin querer, pero ésa debe de ser su forma de querer mucho y bien, de hacer lo que toca sin someterse, como ha hecho siempre: ser un estoico sin parecer virtuoso, y quién sabe si para que lo quieran más, eso por lo que alguien ha dicho que los escritores escriben. Y seguro que si lees esto el libro te va a entusiasmar.

Vista por encima, la historia del libro, su historia, se parece un poco a muchas: chico introvertido y maldito coge el virus de la música, se muda a Los Ángeles, donde no conoce a nadie, trabaja en lo que toque y, a fuerza de tenacidad con el aparato de las cuatro pistas (y desde luego un poco de fortuna), en efecto consigue firmar su primer contrato. El primero de tantos, como obligará la anormalidad de su banda, Eels, celebrada por otros elementos atípicos como Tom Waits, Van Morrison y sí, Neil Young, además de extrañamente reconocida por el público al igual que por la crítica, como suele decirse.

Pero luego viene todo lo demás, lo que mejor dejamos al propio Everett contar, porque nada de lo haya hecho o haya vivido se parece a lo que han vivido los demás (y sin embargo E es como todos nosotros), y de eso, sobre todo, va su libro.


Mark Oliver Everett, conocido principalmente por su condición de líder de la banda estadounidense Eels, publicó hace una década este libro de memorias en el que se narra una serie de acontecimientos bastante terroríficos pero empleando siempre un tono que se aleja de la grandilocuencia y el sensacionalismo en el que hubiera sido fácil caer. La persona detrás del personaje parece ser alguien bastante más normal de lo que pudiera esperarse en un principio. Desde su infancia y adolescencia en el estado de Virginia hasta su presente más o menos exitoso en Los Ángeles, Everett va desglosando los avatares de su vida en lo que pretende (y consigue) ser un relato honesto con el lector, no necesariamente seguidor de su faceta musical.



Eels. Ugly Love


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